Quiénes somos

Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

<!– /wp:párrafo –>

Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Por qué #WeWithNurses

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Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Por qué #WeWithNurses

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Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Por qué #WeWithNurses

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Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

<!– /wp:párrafo –>

Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

<!– /wp:párrafo –>

Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

<!– /wp:párrafo –>

Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

<!– /wp:párrafo –>

Las graves dificultades materiales

<!– /wp:párrafo –>

A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

<!– /wp:párrafo –>

Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

<!– /wp:párrafo –>

Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Recaudación de fondos #noicongliinfermieri: recaudación de fondos para crear un fondo de solidaridad

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<!– /wp:párrafo –>

Por qué #WeWithNurses

<!– /wp:heading –>

Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

<!– /wp:párrafo –>

Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

<!– /wp:párrafo –>

Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

<!– /wp:párrafo –>

Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Recaudación de fondos #noicongliinfermieri: recaudación de fondos para crear un fondo de solidaridad

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Por qué #WeWithNurses

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Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Para más información, visite
www.fnopi.it
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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Para ejercer su actividad, en cualquiera de sus formas legales, el enfermero tiene la obligación de estar inscrito en el Registro competente que llevan las Órdenes provinciales.

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Para más información, visite
www.fnopi.it
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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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El órgano de control de la Federación es el Ministerio de Sanidad.

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Para ejercer su actividad, en cualquiera de sus formas legales, el enfermero tiene la obligación de estar inscrito en el Registro competente que llevan las Órdenes provinciales.

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Para más información, visite
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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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  1. representa a la profesión de enfermería en interés de los miembros y de los ciudadanos que se benefician de las competencias que certifica la pertenencia a una Orden;
  2. salvaguarda a nivel nacional los intereses públicos, garantizados por la ley, relacionados con el ejercicio profesional;
  3. coordina y promueve las actividades de las respectivas Órdenes provinciales.
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El órgano de control de la Federación es el Ministerio de Sanidad.

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Para ejercer su actividad, en cualquiera de sus formas legales, el enfermero tiene la obligación de estar inscrito en el Registro competente que llevan las Órdenes provinciales.

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Para más información, visite
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Por qué #WeWithNurses

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Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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La Federación, a nivel nacional:

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  1. representa a la profesión de enfermería en interés de los miembros y de los ciudadanos que se benefician de las competencias que certifica la pertenencia a una Orden;
  2. salvaguarda a nivel nacional los intereses públicos, garantizados por la ley, relacionados con el ejercicio profesional;
  3. coordina y promueve las actividades de las respectivas Órdenes provinciales.
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El órgano de control de la Federación es el Ministerio de Sanidad.

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Para ejercer su actividad, en cualquiera de sus formas legales, el enfermero tiene la obligación de estar inscrito en el Registro competente que llevan las Órdenes provinciales.

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Para más información, visite
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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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La Federación Nacional de las Órdenes de las Profesiones de Enfermería (hasta el 15 de febrero de 2018 de los Colegios del Ipasvi) es una entidad de derecho público no económica, que actúa como órgano subsidiario del Estado, creada por la Ley nº 1049 de 29 de octubre de 1954, y regulada por el Decreto Legislativo nº 233 de 13 de septiembre de 1946, y el posterior Decreto Presidencial nº 221 de 5 de abril de 1950, modificado por la Ley nº 3 de 1/11/2018.

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La Federación, a nivel nacional:

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  1. representa a la profesión de enfermería en interés de los miembros y de los ciudadanos que se benefician de las competencias que certifica la pertenencia a una Orden;
  2. salvaguarda a nivel nacional los intereses públicos, garantizados por la ley, relacionados con el ejercicio profesional;
  3. coordina y promueve las actividades de las respectivas Órdenes provinciales.
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El órgano de control de la Federación es el Ministerio de Sanidad.

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Para ejercer su actividad, en cualquiera de sus formas legales, el enfermero tiene la obligación de estar inscrito en el Registro competente que llevan las Órdenes provinciales.

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Para más información, visite
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Recaudación de fondos #noicongliinfermieri: recaudación de fondos para crear un fondo de solidaridad

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Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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La Federación Nacional de las Órdenes de las Profesiones de Enfermería (hasta el 15 de febrero de 2018 de los Colegios del Ipasvi) es una entidad de derecho público no económica, que actúa como órgano subsidiario del Estado, creada por la Ley nº 1049 de 29 de octubre de 1954, y regulada por el Decreto Legislativo nº 233 de 13 de septiembre de 1946, y el posterior Decreto Presidencial nº 221 de 5 de abril de 1950, modificado por la Ley nº 3 de 1/11/2018.

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La Federación, a nivel nacional:

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  1. representa a la profesión de enfermería en interés de los miembros y de los ciudadanos que se benefician de las competencias que certifica la pertenencia a una Orden;
  2. salvaguarda a nivel nacional los intereses públicos, garantizados por la ley, relacionados con el ejercicio profesional;
  3. coordina y promueve las actividades de las respectivas Órdenes provinciales.
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El órgano de control de la Federación es el Ministerio de Sanidad.

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Para ejercer su actividad, en cualquiera de sus formas legales, el enfermero tiene la obligación de estar inscrito en el Registro competente que llevan las Órdenes provinciales.

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Para más información, visite
www.fnopi.it
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Recaudación de fondos #noicongliinfermieri: recaudación de fondos para crear un fondo de solidaridad

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Por qué #WeWithNurses

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Como todos sabemos a estas alturas, las enfermeras en la pandemia de COVID-19 han jugado y siguen jugando un papel fundamental que ha puesto ante los ojos de todos su nivel de profesionalidad, pero sobre todo el de humanidad y cercanía a los ciudadanos.

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Ninguno de ellos se echa atrás a la hora de rescatar y ayudar a la gente en sus momentos de necesidad, incluso arriesgando su propia salud y, en algunos casos, su vida.

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Riesgos para la salud

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Hasta la fecha, de hecho, el número de enfermeras que han dado positivo supera ya las 50.000 unidades (entre los trabajadores sanitarios que han dado positivo a COVID-19, las enfermeras son más del 52%) y, desgraciadamente, las muertes han aumentado exponencialmente con el agravamiento de la crisis.

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Estas cifras son muy elevadas, teniendo en cuenta los casi 180.000 enfermeros que participan directamente, aunque de distintas maneras, en la lucha contra esta pandemia.

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Fatiga, estrés, aislamiento social

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No hay que olvidar que, además de los riesgos para su propia salud, las enfermeras son muy conscientes del aislamiento social al que se enfrentan, ya que inevitablemente tienen que separarse de sus seres queridos durante un tiempo que no se puede determinar de antemano para no propagar el virus.

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Y sin embargo, para todos ellos, el objetivo principal y declarado es volver a

en servicio para poder prestar su indispensable apoyo a la causa una vez más.

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Apoyo que se sustancia, como ha podido comprobar toda la opinión pública, en turnos agotadores y estrés emocional que conllevan inevitables repercusiones en la esfera psicofísica de los operarios (desde las enfermedades vasculares a las del aparato gastroentérico hasta el síndrome de burnout con formas depresivas extremas que pueden llevar incluso al suicidio, como desgraciadamente ha ocurrido recientemente).

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Una situación al límite de lo soportable que se ha generalizado y que corre el riesgo de provocar consecuencias negativas incluso en quienes necesitan toda la profesionalidad y atención que todo profesional sanitario debe garantizar: los pacientes.

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Las graves dificultades materiales

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A esto se suman todos los inconvenientes materiales para quienes tienen que dejar sus hogares para ir a trabajar lejos de su residencia para responder a las emergencias debido a la escasez de personal en las zonas más afectadas por el COVID-19, o para quienes se enferman y necesitan aislamiento en un lugar distinto al hogar familiar.

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Por último, no debemos olvidar el número, ya desgraciadamente creciente, de familias de enfermeras que han fallecido por la infección del Coronavirus en el ejercicio de sus funciones.

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Familias que, además de tener que lidiar con el drama de la pérdida de un marido o una mujer, de un padre o una madre, de un hijo o una hija, corren el riesgo de encontrarse en situaciones de grave dificultad económica y financiera por la repentina desaparición de la persona que contribuía significativamente a la subsistencia de la familia.

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Fondo di Solidarietà NOI CON GLI INFERMIERI

100%

El importe íntegro de las donaciones se está distribuyendo entre las enfermeras y sus familias.

Todos los costes de gestión del proyecto han sido asumidos única y exclusivamente por la FNOPI.
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